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lunes, 1 de marzo de 2010

Nosotros somos responsables de quienes hemos domesticado

-Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco.
Pero, si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música.

Y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo...

El zorro calló y miró largo tiempo al principito.
-¡Por favor... domestícame!- dijo.

-¡Ah!...-dijo el zorro-. Voy a llorar.
-Tuya es la culpa- dijo el principito-. No deseaba hacerte mal pero quisiste que te demosticara...
-Sí- dijo el zorro.
-Entonces, no ganas nada.
-Gano-dijo el zorro-, por el color del trigo.
Luego, agregó:
-Ve y mira nuevamente las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto.

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